En el Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández, la investigadora María Concepción Gimeno Floría expone el potencial biomédico de tres metales bien conocidos pero aún llenos de sorpresas: el cobre, la plata y, sobre todo, el oro. Desde su laboratorio en el Instituto de Síntesis Química y Catálisis Homogénea de Zaragoza, estudia cómo aprovechar las propiedades únicas de estos elementos para desarrollar tratamientos más eficaces contra el cáncer y las infecciones resistentes a antibióticos.
El oro como terapia dirigida
El oro no es solo un metal precioso: es también una herramienta prometedora en medicina. Algunos compuestos de oro ya se usan en el tratamiento de la artritis reumatoide, y varios más se encuentran en fase de ensayo clínico. Gimeno y su equipo trabajan para mejorar esos compuestos, con el objetivo de que sean más selectivos y se dirijan específicamente a las células tumorales. Esta selectividad es clave para reducir efectos secundarios y aumentar la eficacia de la quimioterapia.
Luz para ver cómo actúa un fármaco
En su grupo, desarrollan compuestos de oro con propiedades fluorescentes. Esto les permite ver cómo se comportan dentro del cuerpo: si atraviesan la membrana celular, a qué orgánulo se dirigen —como la mitocondria o el ADN— y cómo interactúan con la célula. La trazabilidad aporta información valiosa para entender el mecanismo de acción del fármaco y optimizar su diseño.
El conocimiento previo del equipo en materiales para pantallas OLED les da una ventaja: aplican técnicas del mundo de la optoelectrónica a la medicina. La combinación de propiedades fluorescentes y actividad biológica convierte a estos compuestos en herramientas muy potentes.
Antibióticos y resistencias: el papel de la plata y el cobre
Los metales del grupo 11 —oro, plata y cobre— también destacan por sus propiedades antibacterianas. Ante el aumento global de resistencias a los antibióticos, Europa considera prioritaria la búsqueda de alternativas. Aquí, tanto el oro como la plata ofrecen soluciones: se están investigando como posibles agentes antibacterianos eficaces frente a cepas resistentes.
La plata, en particular, se utiliza desde hace años en infecciones por quemaduras y ahora se aplica también en forma de nanopartículas. Este uso tiene raíces antiguas: los egipcios y romanos ya empleaban monedas de plata para purificar el agua, un conocimiento empírico que hoy respalda la ciencia.
El futuro es dorado (y también nano)
El futuro de estos metales en medicina es prometedor. El oro destaca por su buena biocompatibilidad y su capacidad de eliminación por el organismo. Además, en el ámbito de la nanotecnología, las nanopartículas de oro permiten dirigir fármacos hacia tumores y activar su acción mediante láser. Esta estrategia crea calor localizado que puede destruir las células tumorales sin dañar tejidos sanos.
Aunque el oro, la plata y el cobre son viejos conocidos de la humanidad, su papel en medicina entra ahora en una nueva era. Frente a retos como el cáncer o las resistencias antibacterianas, estos metales no son reliquias, sino aliados estratégicos en manos de la química contemporánea. Y lo que hasta hace poco parecía alquimia, hoy toma forma en laboratorios que combinan síntesis, fluorescencia y nanotecnología con un objetivo claro: diseñar tratamientos más precisos, eficaces y rastreables.