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Diego de la Encina Rodríguez, Ángeles Gallar

De las seis bellas artes que clasificó en 1746 el filósofo Charles Batteux —arquitectura, danza, escultura, música, pintura y poesía— no hay ninguna que se disfrute con el sentido del gusto. A no ser que chupemos un lienzo, cosa que no es muy recomendable. En la tradición filosófica, la cocina se ha categorizado como un arte vulgar o servil. Sin embargo, los alimentos han formado parte de distintas propuestas estéticas a lo largo de toda la historia. Es lógico que la comida esté presente en el arte, ya que la vida gira en torno al sustento. La manera en que los alimentos se consiguen, se preparan y se presentan es fundamental en cualquier cultura. Por ello, examinar el papel de la comida en el arte puede, incluso, revelar aspectos desconocidos del pasado o ayudarnos a entender las idiosincrasias que han generado la sociedad en la que vivimos.

Pinturas rupestres en las cuevas de Altamira ( c. 14.000 a.e.c.), Homo sapiens sapiens

Pigmentos de origen vegetal, animal y mineral sobre piedra

La comida aparece en el arte desde los albores de la representación visual, empezando por la pintura rupestre. Se considera que algunos de los animales retratados en las cuevas eran especies depredadoras del ser humano. Otros —uros, caballos, ciervos, bisontes, mamuts o salmones— formaban una pequeña parte de su dieta. En enero de 2023, una publicación científica propuso una reinterpretación de estas pinturas realizada con análisis matemáticos. Según este trabajo, los símbolos que se pueden encontrar junto a los dibujos servían como unidades de comunicación para calcular los ciclos de reproducción de los animales: las líneas <|> y puntos <> denotan meses, las <Y> significan nacimientos.

En el desierto del Sáhara, al sureste de Argelia, se encuentra el Parque Nacional de Tassili n’Ajjer que alberga uno de los conjuntos más importantes de arte rupestre.  Consta de más de 15.000 dibujos y grabados que reflejan los cambios climáticos, las migraciones de la fauna y, sobre todo, la transición de la caza-recolección al pastoreo.


Mosaico del asàrotos òikosSuelo sin barrer (c. siglo II a.e.c.), Heráclito

Pasta de vidrio y esmaltes

El mosaico romano de asàrotos òikos, “suelo sin barrer”, adornaba el pavimento del comedor de una villa romana ubicada en el monte Aventino. Muestra los restos de comida que arrojaban o se caían durante el banquete. Se ven frutas, espinas de pescado, huesos de pollo, moluscos, conchas e incluso un ratón royendo una cáscara de nuez. Fue ideado por Soso de Pérgamo y realizado por Heráclito, que incluyó su firma. Con esta decoración, el anfitrión hacía gala de las comidas que podía ofrecer.

Veintidós siglos más tarde, en la década de 1960, Daniel Spoerri reinventó el asàrotos òikos. Este artista suizo es conocido por sus snare-pictures, un ensamblaje de objetos como restos de comida, vasos, platos, cubiertos, etc.


La última cena (c. 1030), autoría desconocida

Témpera, hoja de oro y tinta sobre vellum

La simbología en las representaciones de la última cena de Jesucristo han dado para tratados, discusiones y best sellers de dudosa calidad. El Benediccional de RegensburgCódice de Ludwig VII contiene la que quizás sea la primera representación gráfica de un ‘pretzel’, junto a los obligatorios vino, pan y pescado.


Saliera o Salero de Francisco I de Francia (1543),  Benvenuto Cellini

Oro, marfil, ébano y esmalte

La palabra ‘salario’ deriva del latín ‘salarium’. Término usado en Roma para referirse al pago en paquetes de sal que recibían los funcionarios que cuidaban la calzada Vía Salaria. Este alimento era vital, ya que se usaba para conservar carnes y pescados. Los romanos, también, tenían un complemento de mesa llamado salinum, un vaso —de plata o barro cocido, según la riqueza de cada casa— que contenía la sal para condimentar la comida. En 1543, el rey Francisco I de Francia encargó al orfebre Cellini que le hiciera un salero. Es la única obra que se conserva del artista, uno de los representantes más virtuosos del manierismo italiano o cinquecento. En la saliera se ve a Neptuno —dios del mar— y Ceres —diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad— con las piernas entrelazadas. Ambas deidades simbolizan al mar fecundando a la tierra, creando así la sal marina.


El cocinero (1570), Giuseppe Arcimboldo

Óleo sobre madera

Las pinturas de Arcimboldo suelen exhibir un busto formado por la superposición de elementos como flores, frutas, verduras o animales, siempre bajo una unidad estilística. Se las conoce como cabezas compuestas o teste composte. También, es uno de los precursores del bodegón, género que alcanzó su esplendor después de su muerte. Giuseppe Arcimboldo cayó en el olvido durante siglos hasta que el dadaísmo recuperó su figura. De hecho, Dalí lo calificó como “el padre del surrealismo”. El cocinero es un juego de géneros pictóricos. Es un bodegón que, al girarlo 180º, se convierte en un retrato.


Bodegón con queso, pan y utensilios para beber (c.1615), Clara Peeters

Óleo sobre tabla de madera

La única información que se tiene de la artista flamenca Clara Peeters emana de sus pinturas. Fue una de las pocas mujeres artistas de la Europa del siglo XVII. Casi todos los cuadros de Peeters son bodegones —también conocidos como naturaleza muerta—, uno de los pocos géneros a los que se podían dedicar las pintoras. En seis de sus cuarenta obras conocidas, aparece el mismo cuchillo de plata con su nombre. En aquella época, los invitados a cualquier banquete llevaban su propio cuchillo para hacer gala de su estatus.


Vieja friendo huevos (1618), Diego Velázquez

Óleo sobre lienzo

Un anafe, una cazuela de barro, un par de huevos, aceite, una cebolla y unas guindillas. Con esta sencilla receta, el maestro del Barroco español Diego Velázquez presenta una escena en suspenso: el huevo a medio cuajar, las miradas perdidas, las manos medio alzadas. Este trabajo es una obra maestra en el sentido académico y más estricto de la palabra: su intención es demostrar la maestría alcanzada por el pintor a la hora de utilizar la luz para representar distintas texturas y efectos en las superficies. Sería el equivalente a un currículum o a un muestrario de sus habilidades.


За завтраком – En el desayuno (1914), Zinaída Serebriakova

Óleo sobre lienzo

Zinaída Serebriakova nació en 1884 cerca de Járkov —actual Ucrania—, en el seno de la familia de artistas Lanceray-Benois. Sus pinturas están profundamente influenciadas por sus emociones. En el desayuno, Serebriakova retrata a tres de sus hijos de forma cotidiana, poética y optimista. Su ‘etapa feliz’ duró hasta 1917, cuando estalló la Revolución rusa. Desayunar o, literalmente, romper el ayuno, es ahora una de las tres comidas principales del día en la cultura occidental. Sin embargo, hasta hace no mucho tiempo, el desayuno se servía horas después de haber empezado el trabajo del día. En la Inglaterra medieval, por ejemplo, solo los niños, los mayores y los enfermos comían por la mañana. El desayuno se consideraba una comida de pobres, necesaria solo para aquellas personas que necesitaban altas dosis de energía para sus labores.


Les dîners de Gala (1973), Salvador Dalí

Libro de cocina y de arte. Tapa dura, 320 páginas.

No mucha gente sabe que Salvador Dalí escribió un libro de cocina, Les Diners de Gala (1973), a modo de guía para crear experiencias “gastroestéticas”. Sus diez capítulos contienen recetas espléndidas y que requieren tanto ingredientes gourmand como habilidad para la escultura. Por ejemplo, el “arbusto de langosta con hierbas vikingas”. Por otro lado, el libro Cocina Futurista de Filippo Tommaso Marinetti y Fillìa no contiene recetas sino “fórmulas”. Presentado como un manifiesto, sus autores, en línea con el proyecto fascista de Mussolini, pretendían sustituir los ingredientes y costumbres culinarios de Italia en favor de lo local y lo racional. Un menú completo incluiría: Entrante intuitivo, Sopa de luz de sol, Aerocomida (para consumir con el tacto, el oído y el olfato), Ultraviril, Carne esculpida, Paisaje comestible y Elastipastel.


Le Déjeuner en fourrure o Desayuno con pieles (1936), Meret Oppenheim

Cerámica y acero cubierto de piel de gacela.

Meret Oppenheim llevaba una pulsera de latón cubierta de piel cuando entró al Café de Flore en París. Allí se encontró a Dora Maar y a Pablo Picasso. Ambos se quedaron mirando la pulsera y el pintor español dijo: “Se podría recubrir cualquier cosa con pieles”. Todos se rieron y ella contestó: “Sí, eso y eso y esa taza”. Así es como surgió este juego de desayuno tan particular, cubierto de piel de gacela. La piel es suave y agradable al tacto. Pero la idea de comer en contacto con el pelo resulta desagradable. Esta obra puede recordarnos a que los alimentos que en unas culturas son de lo más apetecibles, como el arroz con conejo o la sangre de cerdo, en otros contextos pueden provocar repulsión o incluso estar totalmente prohibidas.


Restaurante FOOD (1971), SoHo, Manhattan, New York

127 de Prince Street, en la esquina con Wooster Street

En los años 70, artistas del Lower Manhattan como Carol Gooden, Tina Girouard y Gordon Matta-Clark crearon el restaurante FOOD. Este proyecto funcionaba como una obra de arte conceptual y una cooperativa en la que cada día cocinaba alguien distinto. A veces, el músico experimental John Cage se encargaba de la música. El plato más famoso de la carta eran los Matta-Bones, una creación de Matta-Clark, hecho a partir de tuétano asado y ancas de rana.  Para los artistas, FOOD era un lugar donde ganar algo de dinero, con un horario flexible, adaptado a su estilo de vida y a sus necesidades como creadores. En general, la comida estaba muy presente en el arte performativo de la época, se la veía como un vehículo para activar nuevos modos de pensamiento. Esto se puede observar en muchas de las acciones Fluxus, otro colectivo fundado por George Maciunas y en el que participaba Yoko Ono.


The Dinner Party (1979), Judy Chicago

Cerámica, porcelana y textil bordado

Del acto social de comer se derivan muchas costumbres y aspectos culturales. Si se nos ‘invita a la mesa’, se nos incluye en la conversación, en el círculo de intimidad, en la toma de decisiones. Tenemos, también, el concepto de ‘mesa presidencial’, donde se sigue colocando a la gente de mayor importancia, como en los banquetes medievales. A lo largo de la historia, las mujeres no han contado con un lugar en la mesa, en lo que a relevancia social se refiere. Con Dinner Party, Judy Chicago invitó al banquete a 39 mujeres destacadas, reales o ficticias. Esta ‘cena’ se considera la primera gran obra de arte feminista. Consiste en tres mesas dispuestas en un triángulo equilátero, cada una haciendo referencia a distintas etapas: desde la Prehistoria hasta el Imperio Romano, desde el inicio del cristianismo a la Reforma protestante y de la Revolución estadounidense hasta la Revolución de las mujeres. Los 39 cubiertos están diseñadosen función de los logros de las convidadas, entre las que encontramos a la diosa hinduista Kali; Trotula de Salerno (s.X), la primera ginecóloga; la pintora barroca Artemisia Gentileschi o la astrónoma ilustrada Caroline Hershel. En El Suelo del Legado, la plataforma de azulejos donde se alza esta pieza, están escritos los nombres de otras 999 mujeres que simbolizan a todas aquellas que no han conseguido alcanzar notoriedad a pesar de sus contribuciones a la sociedad.


飲食男女– Comer, beber, amar (1994), Ang Lee

Comedia dramática, 124 minutos.

El cine es el arte de esculpir el tiempo y la gastronomía es el arte de lo efímero. La segunda se apoya en la primera para desprenderse de su carácter fugaz. El tercer largometraje de Ang Lee se ve y se saborea. El protagonista del film, el viejo Chu, es un reconocido chef de Taipei que tuvo que criar solo a sus tres hijas. Con el paso del tiempo, Chu ha perdido el sentido del gusto, pero su talento para preparar, combinar y realzar los ingredientes sigue siendo muy apreciado en los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. Muchos chefs recurren a él cuando enfrentan algún desafío. Aunque ahora su familia está distanciada, se reúnen todos los domingos para degustar una comida tradicional. En Comer, beber, amar se pueden identificar tres rituales clave en la alimentación china: la preparación, que incluye la cuidadosa selección de ingredientes, el regateo en el mercado y las largas horas de trabajo en la cocina. Luego comienza el ritual del servicio, en el que se utilizan recipientes diseñados específicamente para cada tipo de alimento: tazones, platos, botijos, cucharas de porcelana, palillos, ollas y cuencos de distintos tamaños, dispuestos en una mesa tan grande que desborda la vista del comensal. Por último, el consumo, donde se respetan las normas de degustación y la correcta combinación de los alimentos, todo mientras fluye la conversación, interrumpida por sorbos, la masticación pausada y el característico sonido de tragar.


A Subtlety or The Marvelous Sugar Baby (2014), Kara Walker

Azúcar refinada y melaza. Obra destruida.

Si bien pensamos en la escultura como un objeto creado en materiales duraderos, la artista Kara Walker quiso poner el énfasis en las personas esclavas que han cargado con el trabajo de construir algunas de las ‘maravillas’ de la arquitectura, con una escultura monumental pensada para desaparecer en poco tiempo. Realizada en azúcar, un material soluble, la pieza central de esta instalación, ‘Sugar Baby’, es una mujer negra representada como una esfinge de más de 10 metros de largo. Walker la esculpió en la refinería Domino Sugar de Nueva York (EE.UU.), donde se procesaba el azúcar de las plantaciones del Caribe recolectada por población esclavizada. Esto es lo que se denomina una obra site-specific, es decir, ideada para un espacio determinado que aporta mayor contexto al mensaje. La obra también hace referencia a las esculturas de azúcar de moda entre la aristocracia europea a partir del Renacimiento. Entonces, el azúcar representaba un alimento venido de Oriente, como una especia más, y era un objeto de lujo. Su precio se redujo gradualmente a partir del siglo XVII por la mejora de los procesos de producción y —en mayor medida— por el uso de mano de obra esclavizada en América.


Análogo III (2017) DeAlbacete

Yeso, pigmento y metal. Modelado, moldeado/vaciado y patinado. 11 x 20 x 14 cm.

La obra Análogos nos invita a una reflexión profunda sobre la intersección entre el arte, la comida, el cuerpo humano y el deseo. Su punto de partida es el tomate, que es una fruta pero se consume como verdura, una dicotomía que encarna y subraya la tensión entre naturaleza y cultura. A través de esta serie, el profesor de Escultura de la UMH Juan Francisco Martínez Gómez De Albacete transforma los pliegues del tomate en algo asombrosamente parecido al cuerpo humano. La carne del tomate es la carne del deseo. Así, este alimento, básico en la dieta mediterránea, se convierte en símbolo de la necesidad humana de nutrirse física y emocionalmente. Análogos es una exploración de la compleja relación entre la comida y la sexualidad que reivindica la importancia del placer en la experiencia humana.


Las bocas inútiles #1 (detalle) (2018) Imma Mengual

Instalación. 230 x 100 x 75 cm

“Come, que estás en los huesos”. “Estás muy gorda, ¿has probado a comer menos?”. Desde la infancia, una mujer puede sufrir y reproducir conductas sexistas sin siquiera percibirse de ello. Estas costumbres -presiones- de asociar la comida al estatus, al ideal del cuerpo femenino y al valor o adecuación de la persona están tan interiorizadas que ‘flotan’ en el ambiente con solo ver la vajilla dispuesta en la mesa antes de una reunión familiar. La obra de la profesora de Escultura de la UMH Imma Mengual trata a menudo de ‘exorcizar’ las historias de esas comidas familiares a través de la metáfora. En La digestión. Esa mala costumbre (2018), huesos de pollo y de vaca, extraídos de ciertas comidas, invitan a reflexionar cómo el microcosmos de los traumas de la infancia se amalgaman para sustentar los aspectos más nocivos de la cultura a gran escala.


Agradecemos a la profesora del área de Escultura de la UMH Bibiana de la Soledad Sánchez Arenas su colaboración en la revisión de este artículo.